"Noche oscura como boca de lobo", juegos divinos de la astronomía que nos narró Jesús Fernández Palacios. Noche de lluvia y cerrada que el recuerdo de Carlos Edmundo de Ory violó con su haz de luz. El deslumbramiento de su vida y de su obra de labios de sus amigos y de sus estudiosos. Deslumbramiento. ¿Quizás fue la palabra más repetida? Sus ojos chispeantes de niño-viejo, de niño-pillo, su sonrisa grande, polisémica, como la del gato de Cheshire, sus juegos delirantes, su ternura... De boca en boca, de labio en labio, en un molinillo que agitaba su voz... El homenaje al poeta gaditano encendió la tarde noche de ayer en la Facultad de Filosofía y Letras de Cádiz durante una celebración de amor y vida.
De Félix Grande a Luis Eduardo Aute. De Fernando Polavieja a Jaume Pont. De Juan Luis Pineda a Rafael de Cózar. De Fernando Lobo a José Ramón Ripoll. De Alejandro Luque a José Manuel García Gil. A Juan José Téllez. A Jesús Fernández Palacios como perfecto maestro de ceremonias. Y Laura Lacheroy, su viuda, y Solveig de Ory, la hija, y José Antonio de Ory, el sobrino. Y su hermano y su nieta, y su familia... Y las autoridades de un bando, de otro. De todos los bandos. Conmemorando al "ser sensible", al poeta al que "sólo lo extraño" le era "familiar", al escritor que dijo que "sin alma no se puede hacer poesía y sin vida tampoco", al "rabiosamente hereje", al gaditano cuya bandera es "la del viento". Celebrando a Carlos Edmundo. Con la música y con la palabra dando vueltas por el Aula Magna durante cerca de cuatro horas. Tiempo para todo. Para anécdotas, para emoción, para risas, para reflexión. Incluso para escuchar al propio literato fallecido hace algo más de un mes a través de un extracto de un documental que editó la Diputación de Cádiz y que lideró Téllez, presente en la mesa de ponencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario